La
disfunción familiar es la enfermedad predominante de la época. Casi todos los
transtornos mentales y emocionales provienen de un ambiente familiar
disfuncional. El cine, y mucho más la televisión hollywoodense le ha sacado
provecho a esta situación, caricaturizando,
ironizando y haciendo de la tragedia familiar casi un género de sit com
(hoy más que nunca los reality fam pueblan los canales de cable) pues, no hay
nada más morbosamente gracioso que la
mugrosa y cruda realidad dentro del desmembrado seno familiar.
Dicen
que Shame (Steve Mc Queen, 2011) es un acertado relato de una adicción al sexo.
Habría que hacer una lectura menos superficial que eso. Quedarse en el
calatismo y el tabú no es suficiente. Valdría la pena preguntarse porqué
Brandon no encuentra satisfacción a ese vacío existencial, que trata de llenar
con altas dosis de sexo impersonal y porqué Sissy se enreda patológicamente con
hombres que sólo la utilizarán como muñeca inflable. Justamente la ausencia de
esas preguntas (y sus respectivas respuestas) hacen muy interesante esta
película.
2
personajes que no develan más que las consecuencias de sus misteriosas
relaciones familiares, que casi podemos intuir su paso por la adolescencia, pues,
uno imagina a Brandon precozmente perturbado e iniciando su compulsiva
necesidad sexual, así como imaginar a Sissy dejando de jugar con sus barbies
para comenzar a tajarse las muñecas para sentir algo de vida dentro de ella.
Brandon
adulto, tal como lo vemos, trata de evadir a su hermana, a la vez que se siente
incestuosamente atraído por ella. Esa es la cuestión del film.
Lo
que muestra McQueen es la rutina de un hombre promedio, nacido y criado por y
para el american dream (percibí una
deuda a American Psycho), perfectamente
engranado en una ciudad, llena de disfuncionales funcionales: Su jefe es un joven empresario, “hombre de familia”, poseedor
de la líbido de un Shitzu en celo, anda desfachatado cortejando torpemente a
toda fémina que se le cruce, una mujer que busca románticamente nuevo esposo a
pesar de sus fracasos en el matrimonio, jóvencitas que se encaman con alguien
que apenas han conocido hace sólo unos minutos, jóvenes que se prostituyen con
hombres de familia y a la vez empresarios, entre otros que aparecen en esa
fauvista ciudad de New York.
Los
hábitos y rútinas de Brandon no encajan en sus orígenes de suburbios (ese
enjambre de traumas) en New Jersey, y que están apenas sugeridos en el film.
Esa es la cuestión. Desentrañar a ese personaje, no desde sus acciones
explicitas, sino desde sus reacciones ante las referencias y recordatorios a
ese pasado del que desea huir corriendo, como lo intenta cada noche.
Sissy
es desastrosa al igual que misteriosa. Aparece de la “nada” y fastidia “todo”
lo que toca, como un Midas al revés. Con su torpe dulzura, su descuidado
vintage y su actitud romántica nihilista es, aparentemente, el punto contrario
de su hermano. Sin embargo, la adicción alsufrimiento de
Sissy no es gratuita, así como la de Brandon al sexo.
Esa
es la cuestión del film.
La
decadencia no es propia de Brandon, ni Sissy, ni siquiera del libinidoso jefe
de Brandon y amante casual de Sissy. Es sintomática, sistemática, una infección
generalizada que lo ha podrido todo desde dentro. Brando no siente vergüenza de
lo que hace, simplemente ha sabido mantener cada cosa en su lugar, sabe que
dentro de esa infecta sociedad hay cosas que no se gritan, ni se dicen o hacen
en público. Casualmente entre esas cosas, está incluida también mantener una
relación sana.
¿Qué
es una relación sana? Tal vez cada uno de nosotros tengamos una vaga imagen,
pero Brandon y Sissy no lo saben. Esa es la cuestión del film.
Sissy
y Brandon son fuerzas opuestas que se atraen, La culpa o vergüenza se produce cuando deciden
desprenderse, desarraigarse a la vez que abandonarse en la oscuridad de su
respectiva celda corporal; mientras que para Brandon es el descenso a las
cuencas vacías, cuando va al cloacal club a tener sexo impersonal con un
hombre, o se pierde enredado entre 2 pares de piernas friamente abiertas, para
Sissy es la elevación del cutting de
bañera, a ver si en el arterial fondo del charco de sangre, puede encontrar la
salida al infierno de la vida.
La vergüenza
y la culpa no se dan al ver lo que son, sino al intentar huir de su origen,
negar su vulnerabilidad, negar la infección y tratar de maquillarla
patológicamente con sus respectivas adicciones.
Cuando
Brando se acerca a su hermana, ambos parecen 2 niños que lloran juntos las
miserias que les tocó vivir. Su abrazo abre su humanidad y desenmascara al ser
indefenso, alejado de su disfráz de adicto, puede volver a intentar ser hombre,
pues vemos después una actitud totalmente diferente a la anterior frente a la
misma situación.
Steve
McQueen no es un descubrimiento hollywoodense, ya había ganado la Cámara de Oro
en Cannes 2008 por su excelente ópera prima Hunger. Hay muy poco y tanto de
ella en Shame, que pareciera un díptico de telón cerrado, pues ambas no
exploran, ni dramatizan, sino que sugieren con una excesiva pulcritud en el
tratamiento visual, que contrasta con lo políticamente incorrecto de su
temática, y nos provoca a bucear la psiquis de sus personajes, siempre
prisioneros, siempre aislados, siempre en torpe busca de la libertad.
Es el
segundo estreno interesante del año. Muy pronto, mis comentarios al tercer
estreno interesante seguido: Drive de Nicolas Winding Refn.
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