lunes, 7 de junio de 2010

“Reminiscencias” o la autoreferencia que hace la diferencia.

Cualquier persona con un poco de sensibilidad visual, observa con detalle situaciones e  instantes que de pronto, se convierten en epifanías sinestésicas. De pronto, se enciende esa inquieta cámara interna que construye relatos insólitos, que  hace de aquellos  frames mentales planos, escenas y secuencias para el goce interno. Algunos, motivados por una inexplicable necesidad expresiva,  asumen el desafío de trasladar aquellas ideas a un soporte material, arrastrando sus pasiones a las miradas ajenas, que pueden apreciarlas o despreciarlas, con o sin argumentos.
Cuando alguien analiza ese fenómeno, surgen preguntas tan infantiles como cruciales; ¿qué es el pensamiento? ¿qué es el recuerdo? ¿qué es la idea? Y vamos, ¿qué es la existencia?, ¿la realidad, la ficción, la visión, la alucinación. etc.?  Y para ser más específico, ¿qué es el cine dentro de aquella ensalada de cuestionamientos?
Si alguien que ve “Reminiscencias” de Juan Daniel Fernández, y no se cuestiona de esa forma pueril, pues, ha perdido su tiempo.
La premisa de la película nos dice que Juan Daniel ha perdido la memoria en un accidente, por tanto debe reconstruirla en base a recuerdos reminiscentes y videos de archivo familiares. Pero cuando ingresamos a la película, o hacemos el intento, nos vemos forzados a ser parte de aquella enmarañada experiencia neurológica, llena de aniegos sinápticos. En nuestra sobrestimulada sociedad, es muy difícil pedirle al público que piense mientras ve. Mucho más difícil es que se identifique, que simpatice, pero definitivamente nadie puede rehuir a construir. Y en este caso, no se construye una historia, sino una vida en base a imágenes, en una interacción inusual en el cine (nacional). Autor, obra y público son uno, por los más de 80 minutos que dura la película; lucidez, realidad, objetividad, todo eso queda esperándonos en la puerta de la sala de proyección, a que (se) termine la película en nosotros. Eso es un logro muy difícil de conseguir, y mucho más meritorio si se trata de una ópera prima.
La (re)construcción en la que nos vemos inmiscuidos no tiene lógica consciente. La cronología es una exquisitez de la psiquis, un engreimiento al que nos abandonamos mientras asumimos que vivimos. Por ello, la obra de Juan Daniel nos habla de lazos intrincados que sugieren orígenes, lugares y personas que no necesitan presentarse, que son en sí mismas presencias, tanto en el recuerdo, como en la película. Los episodios en la mente de Juan Daniel (aliados al registro de video), el tiempo capturado en ellos y la pregnancia de cada imagen combaten al desarraigo, se sujetan a las neuronas, mientras el olvido, cual torrente empuja con ímpetu, desgarrando lóbulos, hilos de realidad perceptiva. La pantalla se distorsiona, los colores se enturbian y la vida vivida se vuelve a vivir, saltando freudianamente, en un montaje que nos pasea como en un simulador por tres generaciones, tres etapas,  con tres miradas diferentes, en  siete capítulos que han captado la selva, la costa, la sierra, lugares del extranjero, el cafetal, el río, las fiestas, la intimidad; una alquimia cerebral de fotogramas entrecortados,  rayados, quemados y movedizos…y sólo queda estimularse.

Referir a Jonas Mekas,  Stan Brakhage, Narcisa Hirsch y demás dinamitadores del cine convencional no hace falta: Juan Daniel hace su propia referencia, crea su propia tradición, su propio lenguaje;  es su estilo, su película, su cine, su vida. No existen referentes sobre este tipo de cine en el país, por ello es importante el momento que vivimos;  un momento de renovación, de rupturas y de nueva sangre, la que se ha generado a espaldas de prejuicios y posturas casi dogmáticas. Antes que una industria, que según algunos, diversifique los productos, se debería pensar en la diversificación de las miradas. Un nuevo cine también requiere unas nuevas miradas; una mayor apertura a las propuestas que, a fin y al cabo, son las que le dan verdaderos réditos a la imagen cultural de los países, como sucedió en Filipinas, Rumania (curioso es el caso de Tailandia, donde se reactivó una industria tomando como bastiones el cine arte, de autor y experimental), entre otros que entendieron que para sacar a flote una cinematografía, la cantidad no significa calidad, sobre todo tomando en cuenta las condiciones socioeconómicas de los países mencionados, los cuales  indudablemente poseen un cine de alto prestigio sin necesidad de recurrir primero a una copiosa producción industrial.

4 comentarios:

  1. los que no pudimos verla ¿cuándo la encontramos en la web o polvos?

    Hector Villa

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  2. Es cuestión de preguntarle a JD, pero creo que va seguir proyectandose en distintos cineclubs, si me dejas tu mail, o buscas en facebook, te pasamos la voz.

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  3. Destacable, me mareo un poco pero bravaza. todos los jueves estaré ahí.

    Ram

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  4. la película está en polvos azules pasaje 18 desde setiembre 2011. gracias!

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