viernes, 31 de diciembre de 2010

LOS CINEASTAS DE VERDAD



Pienso que un cineasta/artista siempre se debe a sí mismo, pero nunca olvida dónde está parado. Tampoco ignora la realidad política y social, ni se hace de la vista gorda ante la injusticia, los abusos, y las desigualdades en cualquiera de los niveles y en los distintos ámbitos de la vida.

Sin importar lo que diga el posmodernismo (o mejor dicho, la posvanguardia) el activismo en los artistas es casi inherente. De una u otra forma la rebeldía es un requisito artístico; la denuncia una norma y la referencia contextual (histórica/o no), un elemento indispensable en la creación, ya sea con un tratamiento directo o indirecto.

Los artistas, en su mayoría presumen una imagen de míticos marginales, visionarios de un mundo mejor a través de mostrar lo peor de nuestra miserable realidad. En todas las épocas han tenido posturas iconoclastas (la mayoría de veces parricidas), desafiando a las autoridades políticas, académicas y morales de su época; enfrentándose a los reaccionarios del stablishment, aquel patronato geriátrico, arbitrario y lleno de prejuicios sobre casi todo, y que son una invitación abierta a la disensión.


Toda revolución formal nace de una posición contraria a lo establecido, que no sólo se atañe a la técnica, sino al pensamiento, la ética/estética; un modo de ser, hacer y estar. Esas inquietudes de buscar ‘una manera diferente’, atentar contra las normas y convenciones es una actitud propia del artista, independientemente a su trascendencia en la historia.

Sin la necesidad de ser un artista político, el artista hace política, porque expresa y comparte una visión del mundo. Mucho más con los considerados artistas ‘del futuro’, aquellos seres proféticos que se han adelantado a su época con los pies en la tierra y la cabeza en los cielos o el infierno, según sea el caso.

Resumiendo, el cineasta que hace arte (¿los cineastas de verdad?) busca siempre hacer las cosas de una manera diferente, producto de tener un inconformismo y una forma particular de pensar y ver el mundo.

No me imagino a Apitchapong Weerasethakul, a mí entender el cineasta/artista de la década, en una actitud avasallada y convenientemente alineada ante una situación que amerita la indignación. Como prueba de ello, unas palabras del buen Api:

“En Uncle Boonmee… he querido hacer un tributo al pasado, a mis películas pasadas. Hay un tema recurrente en toda la película que es el tema del reencuentro de los personajes, del recuerdo y de la memoria… y bajo todo eso, hay una conciencia política del lugar donde se ha rodado que es el noroeste de Tailandia. No son dos partes claramente distinguidas, pero sí se habla de un cine que ya ha pasado. Espero que mi siguiente película esté enfocada a explicar o desarrollar algún tema socio-político y adentrarme más en la actualidad de mi país.” (Entrevista realizada por Gloria Fernández, noviembre 2010.)

Cabe precisar que el genio tailandés en nombre del arte y la verdadera libertad, desafía constantemente a la dictadura de su país, como miembro activo de la asociación Free Thai Cinema. Además, que mejor activismo que la producción de las bellas imágenes que la censura tailandesa no puede ocultar, por más esforzadas que sean sus cavernarias intenciones.

(Si entiendes tailandés, o te quieres dar el trabajo de traducir en google, este es el link del movimiento: http://freethaicinema.blogspot.com/)

Jean Luc Godard, un cineasta referente para muchas generaciones, tanto por sus constantes transgresiones formales, como por su posición política; denunciaba los atropellos de su gobierno en la guerra argelina, la posición servil de Francia ante la guerra de Vietnam, además de encabezar las manifestaciones de aquel mayo del 68 parisino que canceló el Festival de Cannes de ese año, siendo también parte del movimiento por la creación de la nación palestina, las luchas por los derechos civiles de los afro ascendientes, denunciar las guerras y matanzas de todas las banderas, como la que ocurrió en los noventa en Los Balcanes, eso, sin contar con su etapa de activismo político en el grupo Dziga Vertov.

Y ya estando en su calidad de mito viviente, se da el lujo de arrochar al Festival de Cannes en más de una ocasión, a pesar de las invitaciones con honores y todo, por cuestión de “principios”. Ni que decir del arroz que le arrojó al Oscar honorífico.

Una perla más: El genial director franco-suizo donó dinero en setiembre de este año, para la defensa legal de James Climent, un ciudadano francés multado con 20 mil euros por descargar 13, 788 audios MP3 a través de BitTorrent. Godard mencionó en su momento: “No es de donde tomas las cosas, es adonde las llevas... Estoy en contra del Hadopi (la ley francesa de coyright en internet), obviamente. La propiedad intelectual no existe…”

Lelouch, Godard, Truffaut, Malle y Polanski en reunión que suspendió el Festival de Cannes para sumarse a las protestas de mayo del 68.
Tomás Gutiérrez De Alea, el gran Titón mando a rodar a los camaradas del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos) de la dictadura estalinista de Fidel, entre otras cosas, por las intervenciones políticas a las temáticas y tratamiento de las películas, así como las censuras que producía dicho Instituto. El compromiso con el arte y la conciencia es mayor que el que se pueda tener con el poder o los poderosos, cualquiera que sea su bandera política.

Buñuel y sus enfrentamientos abiertos al franquismo y al clero cómplice, Visconti, Rosellini y otros del neorrealismo italiano enfrentándose al fascismo italiano y alemán (a pesar de comenzar su carrera bajo el fascismo, Rosellini nunca fue leal al duce, ni besó su mano. En el caso de Visconti, su película Ossessione 1942 es considerada la primera película neo-realista de denuncia contra los excesos del fascismo, que la censuró hasta quitarle la mitad del metraje y prohibir hasta 1976 su exhibición internacional), Kieslowski y sus enfrentamientos al régimen comunista polaco, Jan Svankmajer provocador casi incendiario del régimen checo, Costa Gavras y su compromiso con las luchas sociales de casi todo el mundo, los hermanos Dardenne y sus denuncias de las desigualdades en la Europa del milenio, camino que también transita Bruno Dumont, Laurent Cantet, entre muchos otros geniales cineastas del planeta.

En el Perú, ¿alguien se atrevería a enfrentarse a todos como lo hizo Tsai Ming Liang con “El sabor de la sandía”?. Cuenta la historia que la Oficina de Información del Gobierno (GIO, siglas en inglés), ente gubernamental taiwanés, responsable de determinar la publicaciones y de realizar los cambios editoriales a las películas antes de que lleguen a las pantallas, intentó calificar la película como “obscena” y trató de cortarla (además, por la controversia por la escena musical en que Chen Shiang-chyi y Lu Yi-ching interpretan un baile erótico alrededor y sobre la estatua del Generalísimo Chiang Kai-shek en plena plaza del Museo Nacional del Palacio en Taiwan), a lo que el cineasta malayo reclamó y amenazó con no proyectarla en la isla si no se proyectaba la película tal y como él la había concebido, ante lo cual, la GIO quedó mundialmente desprestigiada (dado que la película acababa de ser reconocida en varios festivales, incluyendo la Berlinale) y acabó por ceder. Es más, después de las controversias, las autoridades de Tai Pei otorgaron un premio especial al buen Tsai por promover la imagen de la ciudad, a pesar que Tsai no muestras las favorables vistas turísticas, ni culturales de Taiwan.

Rescato una frase del escritor y cineasta independiente Alberto Fuguet:

“…Cuando las ideas son vagas, necesitamos imágenes claras. Personalmente, no creo que ningún artista deba tener ninguna responsabilidad más allá de su propia historia, personajes, estética y ética. No creo que es necesario ni obligatorio tener que ayudar a una causa mayor o ajena ni hacerse cargo de temas actuales o urgentes. Pero por otra parte… sorprende ver tanta irresponsabilidad estética.”

(Sobre el mayo del 68, escrito en mayo del 2008).

Es un hecho que dentro de cada cinematografía en el mundo existen predilecciones hacia consentidos que entran dentro de los estándares de lo exigido por cada industria.

Es inevitable que se constituyan neo-cortesanos alrededor del poder de turno, pero que un verdadero artista lo haga, es lo complicado, por no decir inaceptable. No puede haber compatibilidad de intereses entre aquellos que sólo tienen por dios el vientre y los que se descarnan y desmiembran (o deberían) en cada obra de arte.

                                              …………………………….

Estos meses vi con vergüenza a muchas de las figuras de la cinematografía nacional apoyando un proyecto de ley que le da más dinero a las distribuidoras y exhibidoras que saturan nuestras carteleras de chatarra hollywodense, y que además, maltratan cada que pueden a las pocas películas que se estrenan en salas comerciales.

Pregunta: ¿Algún cineasta/artista de verdad estaría de la mano de un personaje como Carlos Raffo defendiendo una ley que beneficia a las trasnacionales contaminantes de las carteleras mundiales?

No olvidemos que Raffo, cuya infame frase desencadenó este post, es defensor del dictador, asesino, traidor, ladrón, corrupto y corruptor de Alberto Fujimori. ¿O es que eso no cuenta a la hora de tener una posición? Si hasta en un inicio al señor Lombardi le daba asco la idea.

Y aunque después del escándalo desatado por una aprobación escandalosa de un proyecto de ley de escándalo en el legislativo, hubo quienes se pronunciaron y que dieron un paso atrás en su apoyo a esta ley, o al grupo humano que la impulsaba, juntamente a otras pocas que reclamaba tímidamente para no perder las ‘maneras’, siempre con el ‘respeto a los colegas’ o mejor dicho para pasar el asunto por agua tibia, sin embargo, las cosas estuvieron claras:

- Se mintió a la opinión pública mencionando que esta ley era consensuada por la comunidad cinematográfica para beneficio de la misma.

- Se mintió a la comunidad cinematográfica cuando decían con orgullo que iban a conseguir más fondos para la producción nacional, pues la ley eliminaba el aporte del estado a Conacine (sujetándolo a la buena voluntad de las majors), además del aporte a los cortometrajistas.

- Se mintió al mencionar en primera instancia un beneficio al cine regional del 20%, cuando en realidad era el 3%.

- Se mintió y se miente al mencionar que aprobar esta ley es la única alternativa para obtener más fondos para el cine nacional, pues, si como esperamos este proyecto de ley es observado por el ejecutivo, regresa al congreso, donde se puede volver a elaborar un proyecto que contenga un verdadero impulso a la cinematografía. Basta ya de resignaciones por el cuento del ‘mal menor’.

Ahora, ¿es inocencia, ingenuidad o complicidad disimulada? No puedes apoyar abiertamente lo que no conoces bien, sin prever consecuencias, y si lo haces, no es justo que apeles a las ‘buenas intenciones’, que es un término que queda ridiculizado ante tanta (ir)responsabilidad.

Pero, siendo comprensivos, digamos que es hora que los cineastas peruanos de verdad hagan lo que en un inicio debieron hacer; luchar para que los pocos fondos del estado para la promoción del cine nacional se incrementen, se descentralicen y se encaucen al desarrollo de la cinematografía del país (que no significa estrictamente que crezcan las multisalas de cine en el país) sin necesidad de empeñar la decencia, la actitud artística y el desafío personal de ser autoexigente, autocrítico, y ser consciente que las subvenciones son un apoyo inicial para cualquier carrera artística de verdad.

Es gratificante saber que hay artistas verdaderos que se han fajado la lucha verdadera por el verdadero desarrollo del cine nacional. Es bueno saber que ellos pueden mirar de frente sin que se les acuse de nada en este embrollo, que las manos limpias y el interés colectivo priman por encima de las poses, las glorias de papel y del bolsillo satisfecho con el alma vacía.

Para los que no, pues, nunca es tarde, sobre todo si se es un artista, uno de verdad.

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