jueves, 23 de diciembre de 2010

LO QUE SE VIÓ: BALANCE DE UN DÉCADA


'Syndromes and a Century' de Apichatpong Weerasethakul

Esta década está marcada por la hegemonía de los medios informáticos y la tecnología digital, que hizo que el cine mundial alejado de Hollywood llegue a nuestro país por distintos medios, alimentando la escena nacional e influenciando al cine que se hace con menos recursos y más entusiasmo.
No puedo calificar películas como “buenas” o “malas” porque no es dicotomía válida en el arte. Tampoco se puede evaluar sobre si funciona o no una película porque eso sería un pragmatismo que reduciría un análisis a pura estadística y criterios técnicos. Digamos que podemos hablar del VALOR de las películas, tanto por su aporte al cine; en aspectos narrativos, técnicos, expresivos, etc. como en los riesgos que asume, pues, una película que sólo se zambulle en las olas de las tendencias, o en la mar de popcornmovie no merece mi respeto, ni mi apreciación o valoración.

Sin más preámbulos, ahí va el balance:

'Tres monos' de Nuri Bilge Ceylan
LO NUEVO QUE VINO:
Le deberemos muy, pero muy poco, a las distribuidoras en el país. Pero el mercado alternativo, internet, y sobre todo muchos cineclubistas nos han dejado ver y valorar el mejor cine mundial (el cine se está reescribiendo ahora más que nunca), trayendo incluso filmografías completas de autores que durante esta década se han hecho imprescindibles.

Debo reconocer que gran parte de la tarea de este balance se facilitó por el ciclo que programó, desde octubre de este año, el cineclub de la Universidad Cayetanno Heredia; “Diez películas para una década”, en el cual se presentan (el ciclo continúa hasta el 20 de diciembre de 2010) una exquisita selección que incluyen “Las armonías de Werckmeister” de Béla Tarr (Hungría, 2000), “Un lugar en la tierra”, de Artur Aristakisian (Rusia, 2001), “My Winnipeg”, de Guy Maddin (Canadá, 2007), “Juventud en marcha”, de Pedro Costa (Portugal, 2006), “Tres tiempos”, de Hou Hsiao-hsien (Taiwán, 2005). “¿Qué hora es allí?”, de Tsai Ming-liang (Taiwán, 2001), “Shara”, de Naomi Kawase (Japón, 2003), “El mundo”, de Jia Zhang-ke (China, 2004).

Me detendré un momento en autores que han marcado para siempre la historia del cine, y que se han dejado ver en esta década.


What time it is there? de Tsai Ming Liang
Apichatpong Weerasethakul: Naturaleza misteriosa.

No puedo dejar de lado mi subjetividad y emocionarme al escribir del que considero el cineasta de la década. Me viene en poco que haya ganado la última Palma de Oro en Cannes, el cine de Apichatpong ha sido el más arriesgado, personal y universalmente bello que he podido apreciar a la fecha. Su naturalismo no es sólo un enunciado de los hermosos paisajes, del sonido tan minucioso, sino del manejo actoral, sus representaciones parecen extraídos de documentales, de alguna cámara oculta entre los personajes interactuando con ellos sin alterar su estado casi silvestre.

“Mysterious object at noon” (2000) es un pronunciamiento de un cine que se escribe mientras se graba, que se construye colectivamente con la complicidad del público, a quienes el director entrevista, para ensayar sobre la creación del mito, un tema tan presente en la filmografía del tailandés. “Blysfully yours” (2002) es una poética afrenta al cine tradicional y académico; planos secuencia contemplativos, y que trasladan (literalmente) al espectador al interior de los personajes y de sus sitios. La comunicación y las relaciones más allá del idioma; la piel, el cuerpo y el bosque como metáforas de cambio y deseos de cambio. Es también un sutil tratamiento de un tema político espinoso, como el de la inmigración debido a conflictos internos. “Tropical Malady” (2004) es la película perfecta en muchos sentidos; un díptico que reúne ficción y documental, realidad y mito, historia y metáfora, ciudad y campo, amor y abandono... “Syndromes and a Century” (2006) es una lección de cine contemporáneo; hay poco que entender y tanto que analizar, hay tan pocos rastros de relato y mucho que percibir sensorialmente. Esperamos con ansias Uncle Bomme recalls his many past lives, que imagino llegará por los mismos medios con los que llegaron sus demás películas, las cuales pudimos ver este año en un ciclo programado por el cineclub “ojos abiertos” de la UTP.


Apichatpong Weerasethakul
 Hou Hsiao Hsien: La historia como excusa.

Hou Hsiao Hsien (HHH) no tiene reparos en dificultar las cosas al público, y sin embargo hace tanto por los que se atreven a ver completa algunas de sus obras. No es alguien que coge una enciclopedia de historia de Taiwán y se pone a filmar recreaciones. Lo suyo es mostrar el sentir de la época, los pormenores internos, muchas veces en vigencia. En todo caso, es la historia de las relaciones, vistas desde distintas épocas. Así, una pareja de inicios de siglo, durante la ocupación japonesa, una de los años 60 en plena guerra fría, o una de los desencantados, y más posmodernistas que nunca, años 2000, son recreados con una contemporánea mirada, que se detiene en los sentimientos eternos. Un narrador visual invisible, pero omnisciente y omnipresente, que no teme emocionarnos primero, para luego desencantarnos. Eso hace HHH en “Three Times” (2005), su película más aplaudida.

Cabe precisar que HHH nos regaló su obra más madura durante esta década, así “Millenium Mambo” (2001) nos adentra a esta, nuestra época de amores indefinidos, de dudas existenciales que no alborotan, pero que sin embargo, nos llevan a una búsqueda de “algo”. Desarraigo que no inquieta, pero que mueve a sus personajes, los hace encontrarse, alejarse, retraerse, y volverse a juntar, casi como si fuera el mismo proceso. Lo argumental cuenta tanto como lo histórico, pues se trata de adentrarnos en el mundo emocional de los personajes, meticulosamente recreados a fin de generar un ambiente “natural” (vaya palabrita, debo encontrar otra, y si no hallo, pues, ¡Qué más da!), sugestivo y lleno de color.

Hou Hsiao Hsien
En “Café Lumiere” (2003), una muchacha embarazada quiere vivir a su modo (sin que eso lo tenga tan definido, claro está) y un muchacho enamorado de ella, que sin embargo, no le dice ni pio sobre ello. HHH nos maravilla con una narración escueta, lejana, con planos secuencias donde la levedad y la temporalidad son ejes de la vida; porque eso sucede en las películas de HHH, son vidas filmadas, dadas a conocer a través de tazas de café, autobuses, y trenes. Luego de un acercamiento a Japón (Café Lumiere iba a ser un homenaje de 3 directores a Yazujiro Ozu, pero HHH terminó asumiéndolo solo), el taiwanés graba en Francia “Le Voyage du Ballon Rouge” (2007); una narración sencilla llena de sutilezas, en las que nos acerca a la vida de una madre soltera marionetista, un niño que escucha a Brel, una cineasta taiwanesa que hace de niñera, y un globo rojo que les sigue. Entre exploraciones domésticas, y citadinas, podemos adentrar a la vida de los protagonistas que transcurre apacible, en un pequeño y bohemio apartamento parisino.

Nuri Bilge Ceylan: ¿Quién dijo que el cine postal no es bello?.

No he visto películas con fotografía más lograda (¡Y en digital!...gran lección para los fundamentalistas del celuloide); con esos contrastes y sepiados tan sublimes, muchas veces sombríos y melancólicos, pero siempre efectivos. La corta filmografía de este cineasta turco no puede pasar por alto en esta década. La confianza, la ilusión y el amor fracturados; ese es el ambiente de los personajes de Nuri Bilge, capturando lo complejo de sus relaciones de forma minimalista e íntima, visto siempre desde la cotidianeidad.

“Uzak” (2002) explora de, las distancias entre los seres humanos, a pesar de los lazos sanguíneos o emotivos. Es un deleite contemplar esta película, pues el director turco hace de cada plano una obra de arte en sí misma. “Iklimer” es un retrato certero de una pareja contemporánea; personas que tienen tan poco en común y que no son felices viviendo juntos, ni separados. Mientras que en “Üç Maymun”, se explora el núcleo familiar fracturado, donde los miembros están reunidos, pero cada uno pone en juego la (in)estabilidad familiar con actos peligrosos, que aparentemente tienen fines nobles y de beneficio colectivo, en esta extraña forma de quererse sin contar unos con los otros.

Nuri Bilge Ceylan
Naomi Kawase: La vida es un fantasma.

El cine Naomi Kawase está relacionado al luto y la pérdida; a las formas de cómo resurgir a la vida después de la muerte, no la propia, sino la de alguien que hemos querido, quizá más que a nosotros mismos. El agua siempre es un elemento purificador, ya sea del sufrimiento o del recuerdo no superado. Sus documentales, tan personales y experimentales, desnudan a la cineasta (“El tema soy yo” mencionó en la entrevista concedida a Aaron Gerow) con su visión particular de la vida; su cielo, su tierra y su infierno.

Tengo la deuda personal de revisar su filmografía, pero hablaré de las películas que pude ver, gracias a polvos azules (casi toda su filmografía está ahí). “Cielo, viento, fuego, agua, tierra” (2001), documental que exorciza su pasado del abandono de sus padres, la muerte de su padre y su adopción por parte de su abuela, algo que también mostrara en “Nacimiento y maternidad” (2006), película de una sincera crudeza, que enlaza la muerte de su abuela y el nacimiento de su primer hijo, algo que deja ver en la magnífica “Shara” (2003), una ficción (aunque esa definición no tiene relevancia ni sentido en el cine de Kawase) que es casi un ensayo etnográfico. En “El bosque de luto” (2007) muestra a 2 personas generacionalmente apartadas; una joven enfermera cuyo hijo se ahogó, y un senil hombre que perdió a su esposa, confluyen en un asilo, y están ineludiblemente emparentadas por el dolor, adentrándose a la paz interior dentro del bosque, que sirve de plataforma para dar el último adiós a sus seres queridos.


Naomi Kawase

Tsai Ming Liang: El tiempo, la soledad y los relojes.

Un personaje, múltiples situaciones de una historia contada en varias películas, sin que estas sean estrictamente secuelas. “What time is it there” (2001) me presentó la obra del taiwanés, y me introdujo a las vicisitudes de Hsiao-Kang, protagonista de todas las películas de Tsai Ming (interpretado por el actor Lee Kang-Sheng), no pudo haber mejor manera.

Podría decir que tuve una epifanía después de esta película, que ha marcado mi vida y mi visión del cine. 2 personas que apenas se conocen (“Ella” interpretada desde entonces por Chen Shiang-Chyi), están enlazadas por la muerte, por el tiempo, por los fantasmas y sobre todo, por la soledad. Después de jugar con las expectativas de una secuela de esta maravillosa película con el corto “The Skywalk Is Gone” (2002), en la que los 2 personajes no concretan el anhelado reencuentro, viene “Goodbye Dragon Inn” (2003) una oda al casi extinto cine clásico y al cine naciente, lleno de posibilidades visuales (no en vano está metáfora del abuelo que lleva al nieto a su primera función de cine).

Retoma de nuevo a los 2 personajes solitarios en “El Sabor de la Sandía” (2005), esta vez en un contexto de sequía, de sandías y pornografía; combinación que desencaja tanto como el amor y el sexo. “I don’t want to sleep alone” (2006) cambia de contexto, esta vez es la homofobia y la inmigración forzosa, en la que estar juntos es la mejor forma de tolerar la miseria. Estoy a la espera de ver “Visage” (2009), en la que añade a su cine el universo Truffaut, que tanto le ha influenciado (incluso aparece en el film el actor Jean-Pierre Leaud como el añejo Antoine Doinel).

Tsai Ming Liang
El tiempo y el espacio juegan en mi contra, pero no puedo dejar de mencionar la filmografía del finlandés Aki Kaurismaki, que vimos en un ciclo del cinematógrafo de Barranco, el festival de cine europeo, y el Festival al este de Lima, espacios importantes que también sirvieron para descubrir obras de gran factura como la de los rumanos Christian Mungiu, de quien pude ver la galardona “4 meses, 3 semanas y 2 días” y “Occident”, Corneliu Porumboiu, Cristi Puiu y su inolvidable película “La muerte del señor Lazarescu”, o Cristian Nemescu y la destacada “California dreamin’”. Bruno Dumont y la belleza de lo común, tan presente en las geniales “29 Palmas”, “La vida de Jesús” y “Flandres”. Pedro Costa, con su peculiar estilo de cine directo “Huesos” y “Juventud en marcha”, Nicolas Klotz y su película tan ambiciosa como el mismo título “La Question humaine”, la interesante “Du Levande” del sueco Roy Anderson, destacable es también Arthur Aristakisian, inclasificable cineasta que con sólo 2 largometrajes (uno de ellos “Un lugar en la tierra” del 2002) ha instalado su obra en la vanguardia cinematográfica, y ya que estamos en eso, mencionaré los docudramas el anglo Peter Watkins, que si bien es cierto pertenecen a otras décadas, (La Comunne, 1999, magna obra de 6 horas), pudimos ver esta década gracias al paraíso de polvos azules.


Las filmografías de autores consagrados, como Jean Luc Godard (“Elogio al amor”, “Nuestra música”), Alain Resnais (“Coeurs”), Manoel De Oliveira (“Una película hablada”, “Belle Toujours”), Michael Haneke (“Codigo desconocido”, “La profesora de piano”, “Escondido”) y los desaparecidos Claude Chabrol (“Una chica cortada en dos”, “La Dama de honor”), Eric Rohmer (“Triple agente”, ), Ingmar Bergman (“Los creadores de imágenes”, “Saraband”) han mostrado una lucidez en el final de sus carreras, dejando intacta o muchas veces superando su marca en la producción de genialidades obras maestras.


'Notre musique' de Jean Luc Godard

El cine asiático es por demás el más interesante de estos últimos tiempos, pues aparte de la obra de los directores anteriormente reseñados, me quedo con “Last life in the universe” del tailandés Pen-Ek Ratanaruang, su paisano Ekachai Uekrongtham y el documental/ficción “Pleasure Factory”, así también el trabajo de los directores chinos Wang Bing con la exigente “Crónica de una mujer china”, que recuerda lo contemplativo de un solo plano de "Shirin" Abbas Kiarostami, Jia Zhang-ke, y sus película “El Mundo”, Quan’an Wang y “la boda de Tuya”,  Hong Sang-soo con “Woman on The Beach”, y el cine filipino que sorprende cada vez más. Del que he podido ver, destaco a Brillante Mendoza con su hiperrealista obra "Serbis".
Interesantes también los trabajos de la cresta de la nueva ola asiática, algo rankeados pero notables, como el cine de, Zhang Yimou (“La casa de las dagas voladoras”, “Heroe”, “La maldición de la flor dorada”, “La búsqueda”), Kim Ki Duk (“Primavera, verano, otoño invierno, primavera”, “”Hierro 3”, “Aliento”), las pesadillas de Park Chan-Wook (“La trilogía de la venganza”, en la que destaca “Old boy”), Takashi Miike (“Visitor Q”, “Gozu”, “Izo”, “Audición”), Kyoshi Kurosawa (“Futuro brillante”, “Cura”, “Tokio Sonata”), Shynia Tsukamoto, que entre otros trabajos retomó la revolucionaria saga de “Tetsuo” y principalmente Won Kar Wai (inolvidables son “Con ánimo de amar”, “2046” “My blueberry nights”).

'Funny ha-ha' de Andrew Bujalski 
 Del cine norteamericano destacaré el movimiento “The New Talkies: Generation D.I.Y.” (mal denominado “mumblecore” o “slackavettes”/mezcla de “flojo” y “Cassavetes”, padre del indie film americano), quienes han redefinido el modelo de producción, a través de un cine en digital, producido, distribuido por sus propios realizadores (de ahí el termino D.I.Y.= “Do It Yourself”…ya escribiré a profundidad sobre este movimiento que me ha producido cierta simpatía, por tener una cercanía ética y estética), en la cual los directores Joe Swanberg (“Kissing on the Mouth”, “LOL”, “Hannah Takes the Stairs”), Mark y Jay Duplass (“Baghead”, “The Puffy Chair”), Andrew Bujalski (“Funny Ha Ha”, “Mutual Appreciation”, “Beeswax”), Aaron Katz (“Quiet City”, “Dance Party USA”), entre otros, se mofan de la industria del film independiente (sí, porque también hay industria de eso en gringolandia), con la utilización de recursos mínimos, trabajando intercambiando equipo y roles, y demás irreverencias, que se saltan todos los sindicatos y burocracias propias de los estudios.
En el plano de los indies, la desopilante “American Astronaut” de Cory McAbee, la cruda “Tarnation”, de Jonathan Caouette, la simpática farsa "Exit through the gift shop" de Bansky, la sencilla y agridulce “Old Joy” de Kelly Reichart, y la inclasificable “GoGo tales” de Abel Ferrara.

'Serbis' de Brillante Mendoza

Y como es casi imposible pasar por alto al cine de las grandes ligas (no por eso mejores), esta década nos mostró a los “nuevos” grandes maestros del cine contemporáneo gringo, como Paul Thomas Anderson (“Punch Drunk Love”, “Petroleo sangriento”), Los Hermanos Cohen (“El hombre que nunca estuvo”, “No es país para viejos”), David Lynch (“Mulholland drive”, “Inland empire”), Jim Jarmusch (“Café y cigarrillos”, “Broken flowers”), Sofia Copola (“Lost in traslation”), Wes Anderson (“Rushmore”, “Life aquatic”, “Viaje a Darjeeling”), Michael mann (“Enemigos públicos”), James Gray (“La noche nos pertenece” “Dos amantes”), Gus Van Sant (“Gerry”, “Elephant”, “Last days, “Paranoid park”), entre otros, que utilizan al star system para regalarnos joyas que quedaran para la posteridad. Asimismo, esta década nos mostró al mejor David Cronenberg desde “Crash”, con “Una historia violenta” y “Promesas del este”.



'Petróleo sangriento' de Paul Thomas Anderson
En el cine iberoamericano, José Luis Guerín con “En construcción” y su exquisita película “En la ciudad de Sylvia”, Julio Wallowitz con “Smoking Room” y “La Silla”, muestran un cine vivo, fresco, con propuestas no narrativas llenas de ideas y planteamientos visuales inspiradores. En nuestro continente es preciso mencionar a José Luís Torres Leiva, un joven director chileno con mirada madura, detallista, un observador metafísico, que sabe mostrar la belleza de lo ordinario hasta el umbral kantiano. Como ejemplos de ello: “Ningún Lugar en Ninguna Parte” y “El cielo, la tierra y la lluvia”. La visionaria directora argentina Lucrecia Martel, poseedora de un estilo único, inclasificable, una dulce y ácida transgresora, que ingresó al Olimpo de cineastas del futuro, son pruebas innegables de ello “La ciénaga”, “La Niña Santa” y “La Mujer sin cabeza”.

Lisandro Alonso es quizá el director más arriesgado de este continente. Asceta, trascendental, intransigente, genio. “La Libertad”, aquella aventura minimalista que lo llevó a la palestra y a Cannes, seguida de “Los Muertos”, un extraño viaje/ritual en clave casi documental, “Fantasma” un homenaje a Tsai Ming Liang, que también es auto homenaje, y la menos arriesgada “Liverpool”, que sin embargo mantiene la contundencia de las imágenes y el tiempo como protagonista. El mejicano Carlos Reygadas es un cineasta particular que tiene la virtud de ser varios cineastas y a la vez. “Japón”, “Batalla en el cielo”, y “Luz silenciosa”, los planos milimétricamente evaluados, con una pulcritud en el manejo visual, sonoro y podría decir que hasta olfativo, con la que nos muestra sus insólitas historias, de forma directa, precisa y estéticamente fulgurantes.


'En la ciudad de Sylvia' José Luís Guerín
La directora Paz Encina con “Hamaca paraguaya” nos muestra en contadísimos planos que el tiempo ya no es sólo una plataforma de un relato, sino que es también narrador. La espera que transforma las expectativas, que no cambia los climas, que nos adentra dentro de un reducido espacio en esa sensación de ser sólo personajes del tiempo, que en el presente esperamos el futuro retorno del pasado.

EL CINE NACIONAL:


El cine nacional de esta década sólo nos ha mostrado que es necesaria la ruptura; que no se puede seguir manteniendo una producción nimia y de cuestionable calidad, expresiva y estética, principalmente. Esta ruptura ha comenzado más o menos con películas ‘festivaleras’ (vale decir, películas que muestran ‘lo-que-los-europeos-quieren-ver’: popularismos exóticos, bizarría, marginalidad, podredumbre, miserabilismo, anacronismos culturales, casi canibalismo y una mezcla de Glauber Rocha con García Márquez), como “Días de Santiago” ópera prima de Josué Méndez, “Madeinusa”, “La Teta asustada” de Claudia Llosa, y en parte, aunque más sobrias “Paraíso”, ópera prima de Héctor Gálvez, y “Octubre” de los hermanos Vega, una versión limeña de Kaurismaki. Estas películas evidencian un interés por un estilo más personal, narrativas distintivas y considerables referencias (que no le quitan mérito, sino que intentan acercar sus obras al de las grandes figuras del cine mundial), mostrando también personajes e historias complejas, con indicadores contextuales, que buscan ser desencadenantes para análisis sociales, antropológicos y políticos, equivocados o no. Se puede conocer mucho del Perú de esta década (y sobre todo de las 2 décadas pasadas) a través de estas películas; tanto por la visión de los cineastas, como por las películas en sí, valiéndoles el reconocimiento internacional en los más importantes festivales de cine.



'Detrás del mar' de Raúl Del Busto

Pero, no se puede negar que gran parte de la producción nacional, mantuvo una “actitud” que evidencia una ausencia de ambiciones artísticas, intentando quizá la masificación, cosa que no se puede asegurar a pesar del aparente formulismo recurrente; con un tratamiento superficial de temas profundos, historias inverosímiles, teatralización de la puesta en escena, representación actoral que no convence, narrativa televisiva, relatos predecibles, con una insipiente carga expresiva, una serie de desaciertos temáticos en asuntos coyunturales, (la guerra interna, la desigualdad social y económica, la dictadura fujimorista, entre otros), climas impasibles, ritmos parsimoniosos, manejo del lenguaje básico, planos y encuadres regulares que llegan a ser sofocantes, aristotelismo a ultranza que han terminado por alejar al público, y terminar de decepcionar a la crítica especializada. Así se puede ver el cine de Lombardi, Tamayo, Durant, Pérez-Garland, Eduardo Mendoza, Fabrizio Aguilar, entre otros. 


'Días de Santiago' de Josué Méndez
Pero, para no ver esta década como un periodo deprimente, hablaré de las películas que salieron del formato, tanto de producción, como de tratamiento artístico, técnico y expresivo, que sobresalieron durante esta década:

“Detrás del mar” (2005) de Raúl Del Busto es de lejos la mejor película peruana de la década. Deudora de los cineastas trascendentales, Ozu, Bresson, entre otros, Del Busto nos muestra momentos inconclusos, personajes suspendidos en el tiempo, cuando el momento decisivo se fue, y los dejó varados. El mar como símbolo de lo inalcanzable; como la existencia ondulante, la presencia de lo que viene y lo que nunca no vino; lo que se espera sin la certeza de que vendrá. Se puede reflexionar tanto con esta película, pues es toda una experiencia visual, estética y espiritual.
Caso contrario es “SINMUTE” (2008), de Ana Balcázar y Javier Bellido, película que no tiene contemplaciones con el espectador, mostrándonos una pesadilla oscura y perturbadora, llena de viscerales momentos, freudianos, jungianos, lynchianos, pero no por ello desagradables, sino a través de un notable tratamiento visual en clave baja, con un cuidado estético considerando su soporte en digital, y que es propio de las artes plásticas, profesión que comparten ambos directores.

'Sinmute' de Ana Balcázar y Javier Bellido
Los Actores” (2006) del trujillano Omar Forero, es una atípica película realizada en provincias, pues recurre al relato sobrio, fluidas interpretaciones de “espontaneidad regulada”, con performances alejadas de burdos parlamentos memoristas o academicismos rígidos, por lo que el cáustico título de la película es por demás divertido. Cotidianeidad, situaciones sencillas dentro de la complejidad del ser humano; la soledad, la incomprensión, la incomunicación, la iniciación, la frustración, la recompensa en un final abierto.
Más experimental, personal, autorreferencial y arriesgada, “Reminiscencias” (2010) de Juan Daniel Fernández, es un viaje por la recuperación de la memoria de su autor, usando imágenes familiares de archivo, donde el director es más un neuro-montador de su propia identidad y recuerdos.

Las películas de Rafael Arévalo “Alienados” (2008) y “Kasa Okupada” (2010), son un desmarque a las convencionales historias tragicómicas-realistas, propias de nuestro cine. Acercándose más al trashmovie y el cine de culto, Arévalo muestra situaciones imposibles, con una irreverencia y gusto por lo estrafalario, que contagia. Con sus originales soluciones a problemas de registro visual o de audio, considero más destacada la primera que la segunda, que no llega a tener la contundencia visual o narrativa de su antecesora, pero que sin embargo, se deja ver con simpatía.

Encierro”(2009), del director Fernando Montenegro, recurre al género del suspenso, para hablarnos de los afanes artísticos por la notoriedad, donde los fantasmas son más reflejos internos, pues el peor miedo del artista es que, a pesar de sus esfuerzos, su obra nunca obtenga valoración que considera merecida.
Estas películas están realizadas sin padrinazgos, sin palmaditas en la espalda y con mucho empuje, con búsquedas de originalidad y pasión por el cine, algo que pareció extinguirse en las décadas pasada.

Con tal panorama, se espera que el 2011 sea el despunte del soporte digital, ya que sus autores dependen de sus propios medios y sólo rinden cuentas a su propio instinto, teniendo a su disposición el interés que comienza a despertar este “refresco”, ante tanta aridez estética y expresiva.



Eduardo Quispe Alarcón.

P.d. Me reservo de comentar mis propias películas, “1”, “2” y “3”, pero las menciono al menos por respeto a los que colaboraron con ellas, y que lo hicieron con tanta pasión y compromiso, que me hicieron disfrutarlas haciéndolas, como viéndolas. Sin ánimo de verme el ombligo, creo que su trabajo merece ser destacado en recuentos de lo que nos dejó esta década.
 

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